sábado, 16 de marzo de 2019

Lo siniestro - Sigmund Freud

Freud plantea Lo Siniestro (1919), como una vivencia contradictoria donde lo extraño se nos presenta como conocido y lo conocido se torna extraño. En un primer momento Freud define lo siniestro como aquella variedad de lo terrorífico que se remonta a lo consabido y familiar desde hace mucho tiempo, empero, no todo lo nuevo y no familiar se vuelve siniestro, algo se tiene que agregar para que devenga siniestro. Freud se plantea lo siguiente ¿Cómo es posible que lo familiar devenga siniestro, terrorífico y en qué condiciones ocurre?

Es necesario definir lo siguiente:

Heimlich = lo íntimo, conocido, familiar.

Un-Heimlich = desconocido, clandestino, terrorífico

Freud recurre a un cuento de Hoffman para elucidar lo siniestro. El cuento habla del hombre de arena, un ser maléfico que buscaba a los niños cuando no quieren irse a la cama y les arroja puñados de arena a los ojos, los metía en una bolsa y se los llevaba. Freud reemplaza la figura del hombre de arena por la figura del padre temido, del cual se espera la castración.  Lo siniestro en la figura del hombre de arena se debe a la angustia del complejo de castración, que se transfiere en la lectura y se conecta con la propia angustia del lector.

Freud aclara que lo siniestro no es la incertidumbre intelectual (lo desconocido, lo nuevo) como postula la tesis de Jentsch, sino más bien entenderlo como el despertar de una angustia infantil que por medio de la compulsión de repetición se nos presenta nuevamente en la actualidad. En realidad, la sensación de lo siniestro (miedo) estriba no en lo nuevo o ajeno, sino más bien, en lo familiar de la vida anímica del sujeto, que fue enajenado por el proceso de la represión. Esto se articula con lo que decía Schelling: “Lo ominoso es algo que destinado a permanecer oculto (inconsciente), ha salido a la luz”, y podremos agregar entonces que sólo es consciente a través de la angustia. Lo Heimlich deviene Un-Heimlich dice Freud. Lo que vemos en lo siniestro son aquellas estructuras como la muerte, la violencia, el odio y el terror, que creímos haber superado en con la asunción de la adultez; pero que sin embargo están ahí reprimidas y regresan a nosotros a través de mecanismos de defensa como la proyección.

Un aspecto interesante del cual Hoffman saca provecho del efecto siniestro que producía, es la presencia y aparición de dobles. Personas con idénticas características físicas y coposeedoras del sentir y vivenciar de la otra, hasta el punto de que el YO perdía su propia identidad. El psicoanálisis ve en el doble un origen preventivo contra el sepultamiento del YO, un intento de desmentir el poder y la llegada de la muerte, es decir, al duplicar mi YO prolongo mi existencia; es probable que el alma, con la inmortalidad como su principal cualidad, fuera el primer doble que creó la representación psíquica de los primitivos.

Sin embargo, el doble existió siempre y primero formó parte de una estructura psíquica. En el momento de la formación del aparato psíquico, el YO sufre una escisión, desprendiéndose así el SÚPER-YO, que se configura como conciencia moral, es decir, el YO crea un doble de él mismo, pero un doble ideal (ideal del YO), que rige y evalúa la moral del YO. La nueva entidad psíquica, SÚPER-YO, a través de la represión, impide que el YO tome conciencia de sus verdaderos sentimientos agresivos y hostiles, apartándolos de su consciencia y defendiéndose de éstos por medio de un mecanismo de proyección. El YO toma sus propios sentimientos como ajenos y provenientes del exterior, esto es lo que termina constituyendo el clima que percibimos en lo siniestro, característico del mundo animista, donde existen almas peligrosas y espíritus malignos que encontramos en tantas culturas como representantes de la muerte, siendo en realidad, los propios sentimientos agresivos, que regresan percibidos como procedentes del exterior. 

En algunos casos donde las restricciones del SÚPER-YO son demasiado imperantes y no permiten satisfacer las demandas del YO, se proyecta la imagen del SUPER-YO, formándose así un alma perturbadora, es decir el SÚPER-YO es ahora externalizado, formando un ser ajeno a nosotros que perturba nuestra vida. Los muertos son sentidos como siniestros a partir de que se les extiende el deseo de inmortalidad desde uno mismo hacia el muerto.  El despertar siniestro que encontramos en los muertos es evidente, ya que el psicoanálisis nos enseña que todo deseo es incestuoso y parricida, es decir, el niño desea asesinar al padre y acostarse con la madre, lo siniestro aquí se engarza con los deseos inconscientes que fueron reprimidos. Lo reprimido se vuelve siniestro, en tanto es una moción de sentimiento que, a través de la compulsión de repetición, regresa a la conciencia como angustia.

Encontramos también en el deja vu propiedades de lo siniestro, en la cual una circunstancia nueva es sentida como familiar y nos causa extrañeza total. La sensación de haber vivido esa circunstancia, ha sido entonces experimentada desde una fantasía que fue reprimida, o la sensación ya haber vivido antes esa experiencia sirve como anulación de un deseo. Freud menciona que cuando soñamos con lugares que, siendo nuevos, sentimos como familiares, son representación del deseo inconsciente de regresar al vientre materno.

Las decapitaciones, los cortes, amputaciones, la sangre, etcétera; tienen un enorme efecto siniestro debido al complejo de castración que por medio de un desplazamiento, la angustia de castración se desplaza hasta otras partes del cuerpo. En el mismo sentido, este tipo de imágenes pueden servir a otros sujetos como sublimación de su deseo sádico. Encontramos un claro ejemplo en la prensa actual, donde cada vez más, se goza, cuando se muestran imágenes de muertos y accidentes sin censura, donde yo no soy el que comete el crimen o delito, pero soy yo quien gozo al verlo. Es así como encontramos lo siniestro en muchas situaciones cotidianas posicionándose ahora como un referente del miedo en la cultura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario