sábado, 16 de marzo de 2019

El segundo sexo - Simone de Beauvoir

Simone de Beauvoir comienza esta obra con una simple pregunta; ¿Qué es una mujer? De aquí despliega su opinión sobre porque una mujer responde a esa pregunta con la afirmación “soy una mujer” y cuestiona porque los hombres no sienten esa necesidad de mencionar su género cuando se les pregunta sobre su identidad.  Entiende que el hombre se encierra en su objetividad, y supone que su anatomía es la “normal”, desplazando a la mujer y diciendo que piensa con sus glándulas. La humanidad es macho, y el hombre define a la mujer no en sí, sino respecto de él; no la considera como un ser autónomo.

Él es el Sujeto, él es lo Absoluto: ella es el Otro. Pero ni siquiera en sueños la mujer puede exterminar a los machos. El vínculo que la une a sus opresores no se puede comparar con ningún otro.  Eso es lo que caracteriza fundamentalmente a la mujer: ella es el Otro en el corazón de una totalidad cuyos dos términos son necesarios el uno al otro. Negarse a ser el Otro, negar la complicidad con el hombre sería, para ellas, renunciar a todas las ventajas que les puede conferir la alianza con la casta superior. Es un camino fácil: así se evitan la angustia y la tensión de la existencia auténticamente asumida. ¿Cómo ha empezado toda esta historia? ¿Quién ha decidido que el mundo haya pertenecido siempre a los hombres y que sólo en la actualidad las cosas empiecen a cambiar? 

Para probar la inferioridad de la mujer, los antifeministas han apelado no sólo a la religión, la filosofía y la teología, como antes, sino también a la ciencia: biología, psicología experimental, etcétera. La burguesía conservadora sigue viendo en la emancipación de la mujer un peligro que amenaza su moral y sus intereses. Ciertos machos temen la competencia femenina.  Los hombres se aprovechan de la alteridad de las mujeres de muchas otras maneras más sutiles. Nada es más arrogante, agresivo o desdeñoso, que un hombre inquieto por su virilidad. 

El hombre, puede persuadirse de que ya no hay una jerarquía social entre los sexos, y que en conjunto, a través de las diferencias, la mujer es una igual. Sin embargo, como comprueba ciertas inferioridades, las atribuye a la naturaleza. Es así que muchos hombres afirman, casi con buena fe, que las mujeres son las iguales del hombre y no tienen nada que reivindicar, y al mismo tiempo dicen que las mujeres no podrán ser jamás las iguales del hombre, y que sus reivindicaciones son vanas. Porque al hombre le es difícil medir la extrema importancia de las discriminaciones sociales, que parecen insignificantes vistas desde afuera. El hombre que sienta la mayor simpatía por la mujer no conoce nunca del todo su situación concreta. 

Si se quiere ver en este asunto con claridad, hay que rechazar las vagas nociones de inferioridad e igualdad que han pervertido todas las discusiones, y empezar de nuevo. Ahora bien, lo que define de una manera singular la situación de la mujer es que, siendo una libertad autónoma, como todo ser humano, se descubre y se elige en un mundo donde los hombres le imponen que se asuma como el Otro; pretenden fijarla como objeto y consagrarla a la inmanencia. Comenzaremos así por discutir los puntos de vista de la biología, del psicoanálisis y del materialismo histórico sobre la mujer. Intentaremos mostrar cómo se ha constituido la “realidad femenina”, por qué la mujer, ha sido definida como el Otro y cuáles han sido las consecuencias del punto de vista de los hombres. Entonces, y desde el punto de vista de las mujeres, describiremos el mundo tal cual les es propuesto.


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