sábado, 16 de marzo de 2019

El vestido escrito - Roland Barthes

En una revista de moda hay dos vestidos: el fotografiado, la imagen (vestido-imagen) y el segundo descrito, transformado en lenguaje (vestido escrito). Los dos vestidos remiten a la misma realidad pero no tienen la misma estructura, no están hechos con los mismos materiales: en uno, los materiales son formas, líneas, superficie, colores y la relación es espacial; en el otro, son palabras y la relación es lógica y sintáctica. Sin embargo, la fotografía de moda tiene poca relación con cualquier otra fotografía, comporta unidades y reglas específicas. Y en el interior de la comunicación fotográfica, se forma un lenguaje particular que posee su léxico y su sintaxis, sus “giros”, prohibidos o recomendados. Es decir, hay dos estructuras originales derivadas de sistemas más comunes (la lengua y la imagen).

Así como entre el vestido imagen y el vestido escrito hay una diferencia de materiales y de relaciones y una diferencia de estructura, de la misma manera, de esos dos vestidos al vestido real hay un paso a otros materiales y otras relaciones. El vestido real constituye pues una tercera estructura, distinta de las dos primeras: las unidades no pueden estar al nivel de la lengua (la lengua no es un calco de lo real) y tampoco al nivel de las formas. Ante la estructura plástica del vestido imagen y la estructura verbal del vestido escrito, la estructura del vestido real solo puede ser tecnológica: las unidades son las trazas de los actos de fabricación (la costura, los cortes). La estructura es al nivel de la materia y de sus transformaciones.

Entonces, para un mismo objeto (un vestido) tenemos tres estructuras diferentes que no tienen el mismo régimen de difusión. La estructura tecnológica sería la madre de las tres, mientras que las otras dos son derivadas de ella. Se pretende hablar de un vestido real primero y de ello derivan el vestido imagen y el vestido escrito. El vestido real solo puede ser transformado en representación por medio de ciertos operadores (shifters) que sirven para transponer una estructura en otra, para pasar de un código a otro.

Ante estas tres estructuras, tenemos tres shifters: de lo real a la imagen, de lo real al lenguaje y de la imagen al lenguaje. Para la primera traslación, el shifter principal es el patrón de costura, cuyo dibujo reproduce los actos de fabricación del vestido, a lo que se añaden los procedimientos fotográficos (aumentar un detalle, acentuar un movimiento, etc.). Para la segunda traslación, el shifter principal es la receta o programa de costura, texto que detalla lo que va a hacerse, es un lenguaje transitorio, a medio camino entre el hacer y el ser del vestido. En cuanto a la tercera traslación, la representación del vestido a su descripción, se utilizan shifters elípticos: ya no se trata de los dibujos patrón ni de la receta de costura, sino de los anafóricos de la lengua.

Estudiar el vestido de moda sería estudiar, en primer lugar, de una manera separada, cada una de esas tres estructuras. Barthes decide estudiar la estructura oral, verbal. La estructura oral encuentra un determinado refuerzo en el campo de la sociología porque la difusión de la moda por la revista se ha hecho masiva (la descripción del vestido de moda es un hecho social). Pero los objetivos de la sociología y la semiología son distintos: la sociología de la moda parte de un modelo imaginado y sigue su realización a través de una serie de vestidos reales; busca sistematizar conductas que puede relacionar con las condiciones sociales, niveles de vida y papeles desempeñados. La semiología describe un vestido que permanece imaginario, puramente intelectivo, no lleva al reconocimiento de prácticas sino al de imágenes. La sociología de la moda está dirigida por completo al vestido real y la semiología hacia el conjunto de representaciones colectivas.

Para poder trabajar sobre un corpus de revistas de moda, se debe seleccionar dentro de ese corpus. La sincronía de la moda está determinada por la misma moda, es la moda de un año. Lo que se busca describir no es una moda concreta, sino la Moda y no se quiere tratar una substancia cualquiera de la moda, sino exclusivamente la estructura de sus signos escritos. Lo que realmente importa en relación al proyecto semiológico, es constituir un corpus razonablemente saturado de todas las diferencias posibles de signos de vestimenta, no importa que esas diferencias se repitan: lo que constituye el sentido no es la repetición, sino la diferencia. El objetivo es distinguir unidades.

Para continuar con su análisis, Barthes aclara que dentro del corpus elegido no se debe retener ningún otro material más que la palabra que nos transmite la revista de moda. Reducir al vestido a su versión oral es al mismo tiempo encontrarse con un problema nuevo: ¿qué ocurre cuando un objeto, real o imaginario, es convertido en lenguaje? ¿Cuándo se produce el encuentro entre un objeto y un lenguaje?

La descripción

Moda y literatura disponen de una técnica común para transformar un objeto en lenguaje: la descripción. En literatura, la descripción se apoya en un objeto escondido, es la encargada de hacerlo existir. En moda, el objeto descrito es actualizado, acompaña a la imagen. Al no tener que ofrecer el propio objeto, las informaciones que la lengua comunica son aquellas que la fotografía o el dibujo no pueden transmitir.

La primera función de la palabra es inmovilizar la percepción a un determinado nivel de inteligibilidad. Una imagen comporta varios niveles de percepción y el lector de imágenes dispone de una cierta libertad en la elección del nivel en el que se detiene, por lo que el sentido de una imagen jamás es seguro. El lenguaje suprime esa libertad y esa incertidumbre, traduce una elección y la impone, obliga a detener la percepción de ese vestido, fija el nivel de lectura. La imagen congela una infinidad de posibles, la palabra determina una única percepción segura.

La segunda función de la palabra es una función de conocimiento. El lenguaje permite informaciones que la fotografía ofrece burdamente o simplemente no ofrece (como por ejemplo, un detalle inaccesible a la vista). El lenguaje añade a la imagen un saber. El texto de moda representa en cierto modo la palabra autoritaria del que sabe todo lo que hay detrás de la apariencia confusa o incompleta de las formas visibles. El lenguaje de la moda ayuda a captar el vestido más concretamente y suma ciertos conceptos abstractos (suavidad, finura) que resaltan determinadas funciones que la imagen no puede.

La palabra parece aumentar elementos del vestido bien visibles en la fotografía (ej: ausencia de botones, cuello grande), por lo que se puede ver que la palabra tiene también una función de énfasis. La fotografía presenta un vestido sin ninguna parte privilegiada; el comentario puede destacar ciertos elementos para afirmar su valor. El orden de la lengua separa lo esencial de lo accesorio. Ese énfasis del lenguaje comporta dos funciones:

-Permite actualizar la información general ofrecida por la fotografía.

-La descripción es un instrumento de estructuración, permite orientar la percepción de la imagen: vamos observando la fotografía en el orden que dirige la descripción, el vestido es descubierto según un orden determinado y ese orden implica determinados fines.

Desde un punto de vista práctico, la descripción de un vestido de moda no sirve para nada. Las funciones de la descripción (fijación, exploración y énfasis) apuntan únicamente a manifestar un determinado ser del vestido de moda. El fin propio de la descripción es el de dirigir el conocimiento inmediato y difuso del vestido-imagen por un conocimiento mediato y específico de la moda.

Teniendo en cuenta lo que dice Saussure de la lengua y el habla, vestido sería la forma estructural, institucional del vestido (la que corresponde a la lengua) y vestuario a esa misma forma actualizada, individualizada, llevada (la que corresponde al habla). El vestido escrito es institución o lengua a nivel del vestido, de la moda, pero es acto o habla a nivel del lenguaje (es un habla particular, el de esa revista de moda en esa página).

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