sábado, 16 de marzo de 2019

¿Hacemos tabla rasa del pasado? - Jean Chesneaux

Capítulo 1: la Historia como relación activa con el pasado

Muchos historiadores han hecho de la historia su oficio, su territorio. Son los especialistas. Sin embargo, nos concierne a todos.

Es peligrosa la pretensión de los historiadores profesionales de acaparar el pasado. Y también lo es es la idea de que la historia domina a los hombres desde el exterior, que ejerce sobre ellos una autoridad suprema por estar inscrita en un pasado irreversible y que hay que inclinarse dócilmente ante ella.Qué es el pasado el que manda el presente.

Dice Marx que la historia no realiza nada, es más bien el hombre quién realiza todo, quién posee y quién lucha.

Si el pasado cuenta es por lo que significa para nosotros, es el producto de nuestra memoria colectiva. Este pasado tiene siempre un sentido para nosotros. Nos ayuda a comprender mejor la sociedad en que vivimos hoy, a saber que defender y preservar, qué derribar y destruir. La historia es una relación activa con el pasado. El pasado está presente en todas las esferas de la vida social. El trabajo profesional de los historiadores especializados forma parte de la relación colectiva de nuestra sociedad con su pasado, jamás independiente del contexto social y de la ideología dominante. La relación colectiva con el pasado es a la vez coacción y necesidad. El pasado pesa.

Definición de historia de Febvre:

“Es la necesidad que siente cada grupo humano en cada momento de su evolución, de Buscar y de poner de relieve, en el pasado, los hechos, los acontecimientos, las tendencias que preparan el tiempo presente y que permiten comprenderlo, que ayudan a vivirlo.”

Los historiadores de la vieja generación aceptaban estar ante todo a la escucha de su tiempo y de su pueblo, pero seguían siendo unos intelectuales. A sus ojos, el conocimiento intelectual del pasado se bastaba a sí mismo, no tenía que ir a dar una práctica social, a un compromiso activo y concreto.

Nuestro conocimiento del pasado es un factor activo del movimiento de la sociedad, es lo que se ventila en las luchas políticas e ideológicas. El pasado, el conocimiento histórico, pueden funcionar al servicio del conservatismo social o al servicio de las luchas populares. La historia penetra en la lucha de clases, jamás es neutral.

La relación colectiva con el pasado implica que el pasado no está en el puesto de mando, no da lecciones ni juzga, sino que es el presente el que plantea las cuestiones. El presente no necesita del pasado sino en relación con el futuro. La relación entre pasado y futuro es la trama misma de la historia.

Los temas usuales del discurso de la historia, las falsas evidencias que nadie se toma el trabajo de demostrarlas, que pasan a segundo plano son:

El intelectualismo: el conocimiento intelectual del pasado constituye un objeto válido por sí mismo. Los historiadores han inventado la distinción entre la historia que se hace y la historia que se escribe. La primera sería asunto de los “políticos”. La segunda estaría a cargo de los historiadores. Este intelectualismo está muy arraigado.

El objetivismo apolítico:
muy pocos historiadores de profesión aceptan reflexionar seria y rigurosamente sobre el papel de su actividad profesional en la vida política y social. Muy pocos reflexionan sobre las relaciones que existen entre los temas de sus estudios, la forma misma en que son llevados y el equilibrio de la sociedad burguesa. Viven confortablemente sobre la idea de la separación entre “profesión” y sociedad.

El profesionalismo:
El conocimiento del pasado dependería de las calificaciones técnicas, de la habilidad, del oficio. El saber histórico se elaboraría aislado, en las esferas eminentes de la investigación especializada.

La producción histórica se halla hoy en expansión y dos corrientes históricas se encuentran en ascenso: 

La “Nueva Historia”; ávida de influir sobre el gran público, pretende atractiva, abierta a todos los problemas del hombre, mentalidades, técnicas.

La historia universitaria marxista; apoyada en el prestigio y los medios materiales de la historia académica soviética, por las posiciones ganadas por el partido comunista en las universidades y academias.

Estas dos corrientes se fundan en la acepción de las falsas evidencias del discurso histórico. Propagan una concepción de los mecanismo históricos que reposan sobre la continuidad lenta, sobre procesos externos al movimiento activo de las masas.

Adeptos de la Nueva Historia y marxistas académicos ignoran la relación fundamental entre saber histórico y práctica social.

Capítulo 2: Historia y Práctica social en el campo del poder


En las sociedades de clases, la historia forma parte de los instrumentos por medio de los cuales la clase dirigente mantiene su poder. El aparato del estado trata de controlar el pasado al nivel de la política práctica y al nivel de la ideología.

El Estado, el poder, organizan el tiempo pasado y conforman su imagen en función de sus intereses políticos e ideológicos. Si el discurso histórico de la burguesía ascendente es en apariencia más liberla, si aspira a una reflexión más general sobre el curso de la historia, es porque permiten comparar los tiempos antiguos con los “tiempos modernos” y hacerlos resaltar, realizando la dominación de la burguesía y abriéndole el porvenir.

Las clases dirigentes y el poder del estado suelen apelar al pasado de manera explícita: la tradición, la historia, son invocadas como fundamento de principio de su dominación (por ej: en su discurso político e histórico).

A veces también la utilización del pasado es menos directa, menos explícita. Si se llama a la historia en defensa del orden establecido y de los intereses de las clases dirigentes, es por el rodeo de la ideología difusa: manuales escolares, filmes y televisión, etc.

Así, el estado llega a intervenir más concretamente, para ritualizar el pasado y atraerse a su servicio la memoria popular. Son las fiestas nacionales, las conmemoraciones y aniversarios solemnes. Todos estos aniversarios y todas estas conmemoraciones funcionan exactamente de la misma manera: patronato oficial, estatal, de una celebración histórica, espectáculo de masas con regocijos populares; esquematización de un acontecimiento pasado como fondeadero de la ideología dominante, ocultación de los aspectos no oficiales del acontecimiento elegido, especialmente de los infortunios y de las luchas de las masas populares.

El poder controla todavía el pasado de manera mucho más activa y directa. Funda su práctica política, su decisión, en el pasado, sobre todo el más reciente, tal como lo conoce por medio de su policía, sus oficinas de investigación y sus informes administrativos. Se trata de una “Historia inmediata” de estado, que opera en secreto y funciona en provecho exclusivo del poder.

El poder del estado vigila igualmente, en la fuente, el conocimiento del pasado. La gran mayoría de los “documentos de primera mano” son de origen estatal o paraestatal. De lo real, no conocemos sino aquello que podemos inferir de las series de indicios que el aparato de poder ha registrado y nos ha transmitido.

El control del pasado y de la memoria colectiva por el aparato del estado actúa sobre las “fuentes”. Muy a menudo, tiene el carácter de una retención en la fuente. Secreto de los archivos y destrucción de los materiales embarazosos. Este control estatal da por resultado que lienzos enteros de la historia del mundo no subsistan sino por lo que de ellos han dicho o permitido decir los opresores. Unas veces se mutila y deforma, otras se hace el silencio completo. La ocultación es uno de los procedimientos más corrientes en este dispositivo de control del pasado por el poder. El pasado es un importuno del que hay que desembarazarse.

El control del pasado por el poder es un fenómeno común a todas las sociedades de clase; pero se efectúa según modalidades específicas, en función de las existencias de cada modo de producción dominante.

Los historiadores están convencidos de disponer de su “libertad científica”, pero reproducen en su actividad profesional todas las conductas características de la sociedad capitalista en su conjunto.

El saber histórico, atrincherado tras de su objetividad, finge ignorar que refuerza con toda la autoridad del tiempo el poder de esta institución o de aquel aparato.

Extraer de cada etapa del pasado la relación específica entre el saber histórico y el odo de producción dominante, tal debería ser la verdadera función de la historiografía.

Pero el saber histórico esta acaparado por una minoría que en convivencia con la clase dirigente, acepta sus valores ideológicos y lleva en líneas generales la misma vida confortable.

Si el pasado cuenta para las masas populares, es sobre la otra vertiente de la vida social, cuando se inserta directamente en sus luchas.

Capítulo 8: las trampas del cuadripartismo histórico

En Francia, el estudio y la enseñanza de la historia como disciplina integrada en la máquina universitaria están organizados en cuatro grandes conjuntos:

Historia Antigua: historia de la Antigüedad grecorromana, el Egipto faraónico y los imperios asirobabilónicos.

Historia de la Edad Media: de la Edad Media occidental, con un esfuerzo para extenderla a Bizancio, Europa del Este y los países árabes del Mediterráneo.

Historia moderna: siempre de Europa, hasta la revolución francesa.

Historia contemporánea: la única que deja un lugar efectivo a los países de Asia, África y América.

Este cuadripartismo cumple cierto número de funciones precisas, al nivel de las instituciones universitarias y al nivel de la ideología. Desempeña el papel de un verdadero aparato ideológico del Estado.

Función pedagógica: dividir la historia en cuatro secciones permite que los programas de enseñanza, los cursos y los programas universitarios, así como los manuales escolares o las colecciones de obras históricas se estructuren y organicen en torno a esa armazón.


Función institucional: las cátedras de enseñanza en las universidades, los organismos que controlan los créditos de investigación y los nombramientos en las universidades también se organizan sobre esta base cuadripartita.


Función intelectual
: el cuadripartismo forma la base de la división del trabajo de investigación entre los historiadores. Las subespecializaciones no se consideran legítimas y respetables más que si se efectúan en el interior de uno de los cuatro grandes sectores de base.


Función ideológica y política: el cuadripartismo privilegia el papel de Occidente en la historia del mundo y reduce la importancia y el lugar de los pueblos no europeos en la evolución universal. Forma parte del aparato intelectual del imperialismo, enraizan en el pasado cierto número de valores culturales esenciales para la burguesía dirigente.

Con el estudio de la Antigüedad grecorromana hasta el Renacimiento se establece la base de la cultura burguesa en Francia. Con la Edad Media se perpetúa el prestigio y el ascendente de los medios del catolicismo conservador y de la Iglesia. La Historia Moderna se presenta como la edad de oro de los antiguos regímenes, siendo evacuada de su dimensión política.

La Edad Contemporánea entraña una afirmación: la aptitud de Occidente para dominar el mundo entero, política y económicamente.

Chesneaux plantea que el cuadripartismo es ya inadecuado en el plano intelectual, pues corta en trozos arbitrarios ciertas zonas hist´ricas homogéneas y originales. El cuadripartismo relega a segundo plano los fenómenos más interesantes, las mutaciones profundas, los ejes históricos.

El cuadripartismo pone además un onstáculo al estudio de los fenómenos específicos en el tiempo largo. Y, finalmente, se llega a un verdadero adoctrinamiento, pues el historiador termina persuadido de que se tiene que atener al interior de las categorías, toda reflexión general y comparada será vedada.

Pero el cuadripartismo fracasa sobre todo por el movimiento mismo de la historia. Resulta incompatible con la evolución del mundo de nuestro tiempo, con los requerimientos del presente. El europeocentrismo es cada vez más irrisorio. La historia como conocimiento de un pasado externo a nosotros se encuentra hoy obligada a definirse como referencia activa al pasado. La práctica social unifica el campo histórico en función de sus propias prioridades.

Capítulo 14: tiempo corto y tiempo largo, continuidad y discontinuidad

La “larga duración” está de moda entre los historiadores. Desde Annales, cierta escuela de historiadores franceses se burla de la “historia-batalla”, y rebajarse al estudio del “acontecimiento”, lo juzga, la última degradación lo que habría de contar es el “tejido profundo de la historia”. Desde el advenimiento del estructuralismo a las ciencias humanas, la “larga duración” les ha parecido a los historiadores que ofrecía una salida, pero les hacía falta al mismo tiempo responder a las nuevas exigencias de la “estructura”.

Chesneaux afirma que la historia masiva, la de la larga duración, es una historia pasiva, pues es una historia despolitizada. A la Nueva Historia no le interesan las guerras, los sistemas de fuerzas internacionales, las luchas por el poder político, las revoluciones. La dimensión política está ausente incluso de los fenómenos de larga duración. Existe realmente una larga duración, pero es tan política como esa historia de los acontecimientos tan criticada. Es precisamente la unidad del tiempo largo y el tiempo corto la que defne el verdadero campo político.

La larga duración es política y no es continua más que en apariencia. La política son las masas populares las que la hacen y un cambio político no es completo ni real a menos que atraviese la vida personal de todos.

La historia son sacudidas y rupturas. La historia está constituida por “momentos”, puntos en el tiempo, complejo de procesos llegados a su ruptura. La amplitud y el alcance de estos momentos sobrepasa el “acontecimiento”, que es su expresión puntual.

Un ejemplo que da Chesneaux es el momento de 1789, en el cual se produce una ruptura debido a la crisis interna de la clase dirigente, la crisis del aparato monárquico y sus finanzas, el ascenso exigente de la burguesía en la producción y el comercio, el receso económico a corto plazo, la impaciencia secular del campesinado, la crisis ideológica.

El momento, a diferencia del acontecimiento puntual, es la cuestión de lo posible, es el momento en que todo se vuelve posible.

La coyuntura dialéctica de lo continuo y lo discontinuo es un hilo conductor a lo largo de toda la historia. La historia es una sucesión de lo continuo y lo discontinuo, los movimientos lentos y los ataudes esporádicos. La acumulación de lo continuo se concreta de repente en expresiones violentas: rebeliones y guerras. Lo continuo sucede cuando la sociedad cree en apariencia que todo es lo mismo, pero subyace el cambio.

Las guerras no son fases temporales de violencia militar que alternan con fases de paz, sino que son la continuación de la política por otros medios, la expresión de las mismas exigencias históricas que los períodos de “paz”. Las elecciones tampoco tienen sentido más que si se precisa su inserción en el tiempo (relativamente) largo. No son otra cosa que el reflejo discontinuo y más o menos fiel de una relación de fuerzas políticas que se decide en otra parte. No hay que creer que en las elecciones se decide lo que se decide ni que la sociedad es la que decide.

La dialéctica del tiempo corto y el tiempo largo se inserta en la conciencia social porque la gente comprende bien “que ocurre algo”, que se cambia de época. O, por el contrario, que las cosas no avanzan por lo menos en apariencia. Pero el sentido y la conciencia de las mutaciones históricas se hacen cada vez más claros, a medida que la historia avanza.

El flujo histórico es discontinuo, heterogéneo. El tiempo histórico puede dilatarse y contraerse, se moldea sobre las pruebas y las luchas de los hombres. El problema del tiempo corto y del tiempo largo, de lo discontinuo y de lo continuo, es ante todo político.

Chesneaux ve que se unen los diversos tiempos largos en la época actual debido al capitalismo, en el que la pluralidad de tiempos largos se suelda en un presente común. En el presente se unen, se produce una conjunción que es el desenlace particular de cada uno de ellos y que, sin embargo, los engloba a todos.

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