La historia política es:
- Psicológica: estudia la psiquis pero ignora los condicionamientos.
- Elitista y biográfica: ignora la sociedad global y las masas que la componen.
- Cualitativa: ignora lo serial.
- Enfoca lo particular: ignora la comparación.
- Narrativa: ignora el análisis.
- Idealista: ignora lo material.
- Ideológica: y no se da cuenta de ello.
- Parcial: y no se da cuenta de ello.
- Se apega al consciente: ignora el inconsciente.
- Puntual: ignora la larga duración.
En resumen, es acontecimental y precrítica, no merece el nombre de ciencia y menos aún social, porque la historia social pone en escena a grupos, no a individuos aislados. La historia política no supone hipótesis de partida y tratamiento previo del material experimental. Sigue representando cuantitativamente, sin embargo, una fracción importante e incluso dominante de la producción literaria consagrada al pasado. Pero desde hace tiempo ha dejado de inspirar trabajos innovadores. Annales puede permitirse continuar ignorando su producción pero esta situación no puede durar más. No se ganaría nada confundiendo por más tiempo las insuficiencias de un método con los obejtos a los que se aplica. Los fenómenos políticos pueden despreciarse sin mayores males pero lo político, como lo social, lo cultural, lo religioso, ya no puede. El tiempo del acontecimiento existe en todos los campos y no solo en la política. La historia política no es forzosamente acontecimental, ni está condenada a serlo.
El movimiento de desapego de los investigadores al campo político está en vías de invertirse. Los contemporáneos han tomado nueva conciencia del presente, de su importancia y autonomía. Durante mucho tiempo, los historiadores pudieron creer que no representaba para ellos inconveniente mayor desinteresarse de la vida política, pues la historia económica y social de Bloch y la historia de las mentalidades de Febvre se abrían a su curiosidad. Pero se quiera o no, esta orientación de la historiografía es contemporánea de una cierta visión marxista de las cosas que hacía de los fenómenos de conciencia y voluntad (fenómenos políticos), un reflejo de la acción de las fuerzas económicas y sociales, con una primacía de los económico.
En la actualidad, sabemos que existen problemas políticos que resisten a las modificaciones de la infraestructura. La autonomía de lo político consiste en que realiza una relación
humana irreductible a los conflictos de clase y a las tensiones económicas y sociales de la sociedad. Este retorno de lo político es la consecuencia de un incremento de su papel en las sociedades modernas. La política económica es cada vez más importante en los estudios económicos; la política demográfica será esencial en los estudios de población; y otro tanto ocurrirá en materia cultural.
El desarrollo de los medios modernos de comunicación e información politiza inmediatamente un gran número de eventos, dándoles un impacto público, una singularidad, una ejemplaridad que no existirían sin ellos. No existe acontecimiento político por naturaleza, sino por el eco que en una colectividad provoca; el conocimiento inmediato del acontecimiento modifica radicalmente su índole.(porque se espera que haya mucha gente en una manifestación, resulta que muchos van a ella fullcillina prophecy). Nos encontramos en el umbral de una historia que se esfuerza por establecer relación entre fragmentos sueltos de explicación en el seno de una interpretación totalizante.
La renovación de la historia política se hará en contacto con la ciencia política, disciplina de la que el historiador no puede ya ignorar las investigaciones, como no puede desinteresarse de los logros de la economía política de la demografía, de la lingística o del psicoanálisis. El campo queda ampliamente abierto para nuevos estudios, fundados en lo serial, lo comparativo, que darían a la historia política un respiro más amplio y profundo. El historiador político, que ignoraba la larga duración, se debe introducir en ella. Tendrá que recurrir cada vez más a la larga duración, tendrá que contemplar la temporalidad en la que trabaja bajo el ángulo de la permanenecia, y no únicamente del cambio. Tendrá que renunciar a la continuidad hitórica que se desarrolla a lo largo de un tiempo homogéneo para reunir, por medio de la comparación, los elementos de una estructura que el acontecimiento camufla tras su singularidad.
La revolución dejará de ser considerada una singularidad y será estudiada a partir del papel de la coyuntura. Renunciando a las facilidades de la historiatotalidad y de la historiadesvelamiento, se trata de sacar a la luz las leyes de funcionamiento interno de los fenómenos revolucionarios. La revolución no es un simple tiempo fuerte, un momento privilegiado de la historia, sino una recaptación de la historia global, pasado, presente y futuro.
El acontecimiento no tiene que considerarse un simple producto, sino que, en cuanto que materializa un punto de curvatura de la historia, es productor de estructura. El acontecimiento es el origen, claramente perceptible, de una larga cadena posterior. La historia política necesita una problemática, por lo que la historia política del mañana será el estudio del poder y de su reparto. La historia política podría contribuir a la interpretación global del cambio.
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