sábado, 16 de marzo de 2019

Los tiempos de Marc Bloch y Lucien Febvre - Francois Dosse

HISTORIADORES DEL PRESENTE

La sensibilidad de izquierda dominaba en el período de entreguerras en el grupo de Annales, pero no por ello se debe pensar que se trata de un nido de intelectuales marxistas. Las orientaciones de la revista podrían a veces haber permitido pensar, por la valorización de lo económico, de lo social y de la materialidad histórica, en la primacía concedida a las estructuras subyacentes, pero la historiografía marxista es a la vez una rival y una precursora del paradigma de Annales. Hasta los años treinta el marxismo era poco conocido. En los medios universitarios comienza a partir de los treinta a conocer cierta difusión. El grupo de Annales tomó numerosas orientaciones de un marxismo difuso para resistir mejor a la eficacia del materialismo histórico, en tanto que este último pretendía ser una historia global. Febvre ve en el discurso marxista tanto una concepción tan voluntarista y factual como la historia tradicional, como una forma de espiritualismo económico. Febvre le reprocha sobre todo al marxismo que sea una historia de buenos y malos con pretensiones de juicio. Critica el carácter profético de la tesis marxista, su voluntad de demostrar una verdad a cualquier precio y de no ver en el material histórico más que pruebas que sostengan su demostración, la de una reforma engendrada por el capitalismo. A este proceso causal, Febvre opone la noción de interdependencia de los fenómenos. Lo que Bloch y Febvre sí tienen en común con el pensamiento de Marx es la voluntad totalizadora y globalizante de abrazar lo real.

El discurso de Annales es un discurso de ruptura con la historia tradicional, innova y constituye lo que de hecho es una revolución historiográfica. Una de las innovaciones esenciales de Annales consistió en romper con la concepción centrada puramente en el pasado del discurso histórico, poniendo en correlación pasado y presente al construir una historia que tiene como campo de estudio no solo el pasado, sino también la sociedad contemporánea. La escuela historicista consideraba la práctica del historiador de una manera cientificista, desligada del presente. Febvre invita al historiador a inspirarse en problemas interpuestos por el tiempo presente en el cual este piensa, vive y escribe. La historia es una “respuesta a las cuestiones que el hombre de hoy se plantea por necesidad”. El presente ayuda a la investigación del pasado y permite valorizar una historia-problema, así como enriquecer el conocimiento del pasado. Annales defiende una concepción relativista del discurso histórico: puesto que la historia está inmersa en su tiempo, atrapada por los problemas del presente, de ahí resulta una construcción del tiempo histórico, de los esclarecimientos y puntos de inflexión cuyos límites son los mismos que han permitido las investigaciones. Cada época construye su representación del pasado según sus preocupaciones. La historia “busca y da valor en el pasado a los hechos, los acontecimientos, las tendencias, que preparan el tiempo presente, que permiten comprender y que ayudan a vivir, se construye el pasado que ella necesita”. Si el presente contribuye a conocer mejor el pasado, la relación pasado-presente funciona también en sentido inverso. Un desconocimiento del pasado no permite una buena comprensión y acción eficaz sobre el presente.

INNOVADORES

Annales renueva el discurso histórico, privilegia los fenómenos económicos y sociales. El abandono de la historia política beneficia a los estudios de historia económica y social. Toda la aportación de la escuela geográfica, de la economía, se integra en el nuevo cuerpo del historiador.

Otro aspecto innovador de la escuela de Annales la encontramos en la valorización de la historia-problema. La historia no puede contentarse con escribir al dictado de los documentos, debe plantearse interrogantes, insertarse en una problemática. La historia ya no se divide según los períodos clásicos, sino según los problemas planteados, a los cuales se busca una solución. Febvre insistió esencialmente en la mirada nueva del historiador que rompe con la pasividad a la cual le invitaba la escuela historizante: “elaborar un hecho es construir”, “toda historia es una elección”.

Unir la escritura histórica a la permanencia, a la larga duración, en contacto con la geografía, y mostrar por qué la naturaleza se ve obligada a modificarse a lo largo de la historia, tal es la doble perspectiva en la cual se inscribe la

ruptura de Annales, que piensa en términos complementarios, en términos de solidaridad necesaria, las relaciones entre historicidad y geografía.

La naturaleza no es una entidad neutra que condiciona la vida humana, sino que está humanizada desde el comienzo, ya profundamente transformada por el hombre: “nunca los hechos naturales ejercen sobre la vida humana una acción puramente mecánica, ciega e investida de fatalidad”. Febvre condena los estudios tradicionales de geografía, inspirados en un determinismo inexorable de las condiciones naturales.

Una de las características esenciales de la orientación del discurso de Annales hacia lo económico, la vida material y la geografía es la ralentización de la noción de tiempo. Aparece el período largo y el historiador tiende a privilegiar lo que dura, lo que se repite, para poder establecer ciclos largos de tendencias seculares. Esta nueva historia rompe también con la historia historizante, puramente factual.

Otra orientación asumida por Annales es la historia comparada, comparar lo que es comparable, tratándose de sociedades que tengan entre ellas una cierta similitud de entrada. Para evitar una trayectoria no histórica, Bloch limita la comparación a las sociedades del mismo tipo. La historia comparada debe permitir al historiador tener acceso a las causas fundamentales de los fenómenos observados, revelarle los auténticos resortes de las semejanzas y desemejanzas.

HISTORIADORES DE LO MENTAL

Bloch y Febvre se apropiaron de otra región del saber, el “estudio de las mentalidades”, que llega a la historia desde otras disciplinas: la etnología y la psicología. En el primer período de Annales, la parte de historia cultural en el sentido amplio es todavía limitada. La obra de Bloch y Febvre se nutre de dos fuentes: la de la psicología (“la historia es la psicología misma: es el nacimiento y el desarrollo de la psique”) y de la sociología durkheimiana. Esta doble inspiración marca de manera diferente a los dos directores de Annales:

-Febvre es más sensible a la preocupación puramente psicológica, a la confrontación entre hombre singular y universo mental en el cual interviene. Abre así una brecha crítica en la historia tradicional de las ideas al situar la tarea del historiador al nivel de la articulación entre la obra y las condiciones sociales y mentales que la ha hecho nacer. El horizonte histórico de Febvre, el punto central de su investigación, resulta ser la psicología histórica. Para llevar a cabo la introspección de un universo mental y psíquico cada vez se ocupa más del individuo como objeto de análisis.

La psicología es la gran inspiradora de Febvre, el cual reclama una historia de los sentimientos, del amor, de la muerte, de la piedad, de la crueldad, pero además, se precisa que esta historia se integre en el estudio global de una civilización y no arrancarla de sus raíces, como a un objeto sacado de su contexto en grandes generalizaciones diacrónicas o referentes a la naturaleza humana. Se considera a la psicología como material del historiador en tanto que debe insertarse en el análisis de las civilizaciones de las cuales no es disociable. En el centro dela problemática de Febvre tenemos el binomio individuo/sociedad, el cual se enuncia así: “el individuo no es nada más que lo que su época y su medio social permiten que sea”. La psicología retrospectiva o psicología histórica pretende restituir los marcos mentales de los períodos pasados, romper con la concepción de una naturaleza humana intemporal, inmutable, así como todo anacronismo, o sea, la tendencia natural a transportar nuestras propias categorías de pensamiento, de sentimiento, de lenguaje a sociedades donde no significan nada o no significan lo mismo.

-Bloch se dedica, ante todo, a describir las prácticas colectivas, simbólicas, las representaciones mentales no conscientes de los diversos grupos sociales. Para tener acceso a lo mental, se nutre más de la aportación de la sociología durkheimiana que de la psicología. Su proyecto se asemeja más al estructuralismo y anuncia los métodos de la antropología histórica.

Bloch no limita su acercamiento de lo mental al campo del pensamiento consciente estructurado, escruta las correlaciones entre actitudes religiosas y realidades sociales, con el fin de comprender las implicaciones sociales de la historia religiosa y las implicaciones religiosas de la historia social. Bloch privilegió el cuestionamiento, las hipótesis

puestas a prueba de los hechos y no escritas bajo su dictado. Apela al historiador para que esté más atento a lo no dicho de los documentos.

La psicología histórica pronto se volvió anticuada, mientras que, por el contrario, las investigaciones de las lógicas internas de lo cotidiano, de las representaciones colectivas no conscientes, de las condiciones de la producción cultural, de los fenómenos mentales en su articulación en la vida social, de los grupos sociales, todo ello alimentado por el estructuralismo, ha tenido un futuro de lo más fecundo.

El segundo instrumento de acercamiento a lo mental, preconizado por Febvre, toma su origen de la construcción de una historia literaria. La literatura constituye un instrumento eficaz para comprender la sensibilidad de otra época, pero no es más que un elemento de un puzzle mucho más complejo. El historiador debe apropiarse de otros campos de estudio como es la iconografía artística, así como de una ciencia nueva, la lingüística. Si la historia consigue asimilar a la literatura, la lingüística y la iconografía, puede aspirar a un futuro resplandeciente en el campo del conocimiento de la cultura.

LA HERENCIA

André Burguiére afirma que Annales es más original por la manera como sus iniciadores afirman su programa que por el mismo programa. Este programa aparece como innovador confrontado a la escuela metódica dominante y es respecto a esta escuela como se considera la ruptura epistemológica codificada por Annales.

Bloch y Febvre no incluyen totalmente a la historia en el terreno de las disciplinas vecinas. Por el contrario, consiguen atraer a las ciencias sociales al terreno de la historia.

Para Marc Bloch, la deconstrucción de lo real es un medio para aprehender lo real, un primer estadio de análisis, pero con la condición de que tenga una perspectiva globalizadora. La historia no es la suma de objetos estudiados sucesivamente unos con otros; solo puede existir en la restitución de las interacciones entre los diversos niveles de lo real.

Bloch y Febvre continúan siendo partidarios de una escritura antropocéntrica, donde el hombre es el único objeto de preocupación del historiador. Se trata del hombre medio y la historia es historia humana: “no hay más historia que la del hombre… la historia ciencia del hombre, y también de los hechos, sí, pero de hechos humanos”. Bloch y Febvre afirman que la historia es en esencia la ciencia del cambio. El estudio de una duración global, que pone en su centro al hombre y que se preocupa fundamentalmente de los cambios: eso es lo que no pueden reivindicar las otras ciencias sociales que no son la historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario