sábado, 16 de marzo de 2019

Vindicación de los derechos de la mujer - Mary Wollstonecraft

Las primeras feministas pensaban que una misma educación para hombres y mujeres daría lugar a la igualdad entre ambos sexos, pero Mary Wollstonecraft va más allá, pidiendo que las leyes del Estado se usarán para terminar con la tradiciones de subordinación femenina, y fuera el Estado quien garantizará un sistema nacional de enseñanza primaria gratuita universal para ambos sexos. Reta al gobierno revolucionario francés a que instaure una educación igualitaria que permitiría a las mujeres llevar vidas más útiles y gratificantes.

La responsabilidad que Wollstonecraft atribuye al Estado respecto a la educación aparece también en sus escritos sobre el matrimonio: debía intervenir para rescatar a las mujeres de maridos crueles y de aquellos que abusaban de su fuerza.

La revolución en Francia animó a Mary Wollstonecraft a concebir que los «derechos» debían extenderse a las mujeres, aunque las medidas efectivas adoptadas por sus líderes masculinos la decepcionaron. En la Constitución de 1791, las mujeres quedaban excluidas de la ciudadanía. Más aún, en un informe para la Asamblea Nacional francesa, el diplomático francés Talleyrand había propuesto un sistema nacional gratuito de educación, con la condición añadida de que las niñas debían ser educadas para la domesticidad. En el verano de 1791, Wollstonecraft tomó la pluma y, de nuevo escribiendo a toda velocidad, en seis semanas redactó Vindicación de los derechos de la mujer con crítica sobre asuntos políticos y morales. Comenzó dirigiéndose a monsieur Talleyrand Périgord, antiguo obispo de Autun, urgiéndole –a él y de hecho a todos los revolucionarios masculinos que habían negado derechos a las mujeres– a reconsiderar su posición. «Abogo por mi sexo, no por mí misma»

Wollstonecraft basa su alegato en la misma razón que los hombres habían invocado para justificar el cambio revolucionario. Cuando los hombres luchaban por su libertad y por juzgar «por sí mismos su propia felicidad», sin duda era «inconsistente e injusto subyugar a las mujeres». No sólo la razón requería el reconocimiento de las mujeres como iguales, sino que las mujeres necesitaban ejercer la razón si querían mejorar sus vidas. La razón posibilitaba que las mujeres dirigieran su vida desde el interior, guiando conscientemente su destino hacia la utilidad activa en la sociedad. Este había sido el propio empeño de Wollstonecraft a pesar de las vicisitudes que habían rodeado su propia crianza, educación y empleo. Aunque expresaba admiración por la fortaleza de algunas mujeres de las clases inferiores, sus esperanzas las ponía en las mujeres como ella misma, de la clase media. Wollstonecraft es sumamente crítica con las mujeres aristócratas y quienes tratan de emularlas. Son, en su opinión, inútiles y artificiales, merecedoras de su desdén por haber sido preparadas meramente para «callejear con desenvuelta elegancia»

En el rousseauniano abrazo de la naturaleza se encontró con un problema, pues en la educación de las niñas se había mostrado inquietantemente conservadora. Ella no sólo había luchado mucho por la educación, sino que había criado a sus propias hijas, dirigido una escuela, trabajado como institutriz y escrito sobre la educación. Se hallaba sobre suelo firme y partía explícitamente y con confianza de su propia experiencia.

Wollstonecraft ve a las mujeres metidas en trampas por todas partes. La más perniciosa es la galantería que rinde homenaje a la belleza de las mujeres mientras se burla de su humanidad. Ella lamenta cómo las mujeres se ven inducidas a cultivar la debilidad y la dependencia a fin de atraer a los hombres. También observa cómo las mujeres aprenden que su apariencia y vestuario son fuentes de poder, y advierte de que esto es «una breve tiranía». Wollstonecraft declara: «La mujer a la que sólo se le ha enseñado a agradar pronto descubrirá que sus encantos equivalen a rayos de sol oblicuos». ¿Qué será de ella cuando «el verano haya finalizado»

La Vindicación de Wollstonecraft extendía la afirmación de los derechos formulada por los revolucionarios franceses hasta la inclusión de la libertad civil y política de las mujeres. A Talleyrand le formula una pregunta crucial sobre la hegemonía masculina: «¿Quién hizo del hombre el juez exclusivo, si la mujer participa con él en el don de la razón?». Este era un osado golpe teórico dirigido al poder de los hombres sobre los supuestos cotidianos. Es más, Wollstonecraft trata de conectar las esferas pública y personal, y concibe un nuevo orden moral en el que la razón y el sentimiento estarían íntegramente entrelazados: «se requiere juicio con que convertir la sensibilidad en el ancho canal de la humanidad». No quiere, pues, simplemente que las mujeres adquieran la capacidad para la razón, sino que imagina que las características adscritas a los dos sexos se alterarán y fusionarán en una nueva cultura.

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