domingo, 23 de junio de 2019

Una introducción a la Teoría Literaria de Terry Eagleton


Capítulo I: Ascenso de las letras inglesas.

A lo largo de este capítulo, Eagleton recorre la historia de la literatura del siglo XVIII y XIX en Inglaterra. En la Inglaterra del siglo XVIII, el concepto de literatura abarcaba “el conjunto de escritos apreciados en la sociedad” y por ende primaba el carácter ideológico de la literatura. Además, cabe recalcar que durante este siglo, la literatura fue empleada como una herramienta para insertar ciertos valores que se querían fomentar en la sociedad. Debido a la necesidad social de unir a las clases medias, de difundir las buenas maneras, creció la importancia de la literatura.

Así, la “literatura” aparece como la manera en que los valores creativos olvidados en la so­ciedad inglesa por el capitalismo industrial pueden celebrarse y reafirmar­se.

Durante el período romántico, la concepción de literatura se reduce a las obras de carácter “creador” o “imaginativo”, resaltando la importancia del elemento ficticio. Nuevamente, la literatura asume un componente ideológico a través del cual se busca transformar a la sociedad en nombre de ciertos valores apreciados en la época. Posteriormente, resurge el concepto de la filosofía del arte a través de autores como Kant, Heger y Schiller. Cabe recalcar que en ese momento, lo esencial de la literatura “radicaba en su gloriosa inutilidad, en la que ella misma era su propia finalidad” y por ende se alejó del matiz ideológico previo para convertirse en un arte solitario.

Tradicionalmente se diferenciaba a la “poesía” de la novela. Lo prosaico era visto como insulso, vulgar, carente de inspi­ración. Se creía que la poesía o la imaginación gozaban de privilegios de los cuales la prosa carecía.

El arte quedó libre del ejercicio material, de los nexos sociales y de los significados ideo­lógicos en que siempre había estado prendido, y fue elevado al rango de fe­tiche solitario.
Para el autor, hablar de “literatura” e “ideología” como dos fenómenos separados que pue­den correlacionarse resulta innecesario y hasta erróneo puesto que la literatura es una ideología.

El hecho gracias al cual se dio el desarrollo de la literatura es el fracaso de la religión.

Puesto que la religión ya no conquistaba el corazón y la mente de las masas, ya no ejercía un control ideológico y corría el peligro de evaporarse. En este escenario hacía falta una forma más sutil de comunicación de los valores humanos que obrara a través de representaciones dramáticas y no de abstracciones irritantes. Así, la literatura presenció el escenario perfecto para su desarrollo puesto que la necesidad social más urgente era educar a la clase media y enlazarla con lo mejor de la cultura inglesa. Este papel fue cumplido por la literatura a la perfección; logrando incluso controlar e incorporar a la clase trabajadora.

“La literatura entrenaría a las masas para que adquiriesen el hábito del pensamiento y de los sentimientos pluralistas, y las convencería de que existe otro punto de vista además del suyo, es decir, el de sus amos. Las haría participantes de las riquezas morales de la civiliza­ción burguesa, les infundiría inmenso respeto por los logros de la clase media y, como la lectura es una actividad esencialmente solitaria y contem­plativa, frenaría en ellas cualquier tendencia disolvente con miras a la ac­ción política colectiva. Las haría sentirse orgullosas de la lengua y de la literatura de su nación.” 

Otra razón que explica el rápido desarrollo de la literatura inglesa es que está escrita en el idioma que hablan las masas y por ello queda cómodamente a su alcance. Además, al igual que la religión, la literatura opera fundamentalmente a través de las emociones y de la experiencia, por consiguiente, estaría admirablemente capa­citada para realizar la misión ideológica que abandonó la religión.

El ascenso de las letras inglesas como asignatura tanto en institutos como en universidades responde a la enseñanza de la “ideología moral de los tiempos modernos.” Por mucho tiempo, esta asignatura era dictada en gran medida a una audiencia femenina.

Durante la Primera Guerra Mundial, la literatura inglesa jugó un rol esencial en cuanto transmitía valores de identidad nacional y soluciones espirituales a las masas gravemente trastornadas por las consecuencias del conflicto bélico. Es interesante acotar que durante la guerra, el estudio de las letras inglesas quedó a cargo de burgueses tales como Leaves, Roth y Richardas, quienes se encargaron de crear el proyecto “Scrutiny.”

El objetivo de “Scrutiny” consistía en convertir al estudio de las letras inglesas en la “esencia de la formación social”. Este cambio de paradigma permite colocar al estudio de la literatura como el estudio de lo mejor de la civilización humana, que debía encaminarse necesariamente a la sociedad orgánica del siglo XVII y alejarse de los valores promovidos por el capitalismo. Con esto en mente, “Scrutiny” se encargó de seleccionar a ciertos autores que promovían estos ideales y de excluir de la lista de estudio a aquellos que no contribuían. Además, “Scrutiny” sostenía el dogma de que la literatura mejoraba (concepción moral) a las personas y las separaba de las masas. No obstante, este ideal se fue destruyendo poco a poco al descubrir que sujetos altamente instruidos eran capaces de cometer delitos soeces.

Con la aparición de T.S. Eliot, se puso en práctica “una labor de salvamento y de demolición de las tradiciones literarias” que se opuso radicalmente a la ideología del liberalismo de la clase media. Eliot sostuvo el regreso a la tradición en la cual primaba la idea de la vinculación íntima entre la lengua y la experiencia. Es así que, para que un texto sea considerado Literatura, debe encauzarse dentro de la tradición. La misión de Eliot consistía principalmente en dotar nuevamente a la literatura del contacto con el mundo físico y evitar caer en la sensiblería. Por su lado, “Scrutiny” no tomó este camino, sino que abogó por el concepto absoluto de “Vida”. Este proyecto pretendía defender el humanismo liberal; no obstante, se rehusaba a la educación popular de las masas.

Después de la guerra, el estudio de las letras inglesas se convirtió en una disciplina seria. Ya no se las consideraba meramente como materia que valía la pena estudiar, sino que constituía el estudio supremamente ci­vilizador, la esencia espiritual de la formación social. Así, el que leía literatura llegó a ser considerado “mejor” por la sociedad.

Una vez du­rante el siglo XVII, el lenguaje se fue disociando de la experiencia. Esto significó el divorcio entre poesía y literatura. De acuerdo a Eliot, el lenguaje en la sociedad se había convertido en rancio e inútil, inadecuado para la poesía. La poesía se había estancado en el romanticismo, convertido en sensiblería, en cuestión propia de mujeres, borbollante y dulzarrona.

El nombre de Leavis surge al momento de plantear los conceptos de “crítica práctica” y de “lectura analítico-interpretativa”. El primero planteaba desmenuzar los textos con el fin de comprender su verdadero alcance, mientras que el segundo pretendía un análisis detallado de las palabras y del contenido del texto que analicen más allá del contexto histórico y del autor que concibió dicho texto. A partir de estos conceptos, comienza la “cosificación” de la literatura, cuya importancia recae en el hecho de analizar el texto como un “objeto en sí mismo.” Bajo estos parámetros se funda la Nueva Escuela Crítica Norteamericana.

La Nueva Crítica Norteamericana vuelve a promover a la literatura como medio de estudio de aquello que no se puede localizar en la realidad. Así, la poesía es un refugio contra el capitalismo y promueve los valores supremos de la sociedad. Cabe recalcar que esta escuela rompe definitivamente con el enaltecimiento al autor y sostiene la importancia del texto en sí mismo, sin importar el autor que se encuentra detrás. “Insistió en que lo que el autor intentó al escri­bir, aun cuando pudiera recobrarse, carecía de importancia para la interpre­tación de su texto. Por otra parte, no había que confundir la respuesta emocional del lector con el significado del poema. El poema significaba lo que significaba, independientemente de las intenciones del poeta y de los sentimientos subjetivos que suscite en el lector. El significado ha de cali­ficarse de manifiesto y objetivo.”

Mientras que la ciencia moderna, sostiene Richards, es el modelo del verdadero cono­cimiento, no proporciona res­puesta satisfactoria ni a los “¿qué es?” ni a los “¿por qué?” que formulan las masas, y se contenta con responder a los “¿cómo?”.

La poesía en cambio consiste en proporcionar pseu­do respuestas; es un lenguaje más bien "emotivo" que "referencial", es una especie de "pseudo declaración" que da la impresión de describir el mundo pero que en realidad organiza satisfactoriamente nuestros sentimien­tos.

Finalmente, la Nueva Crítica encerraba la ideología de una intelligentsia desarraigada, a la defensiva, que reinventó en la literatura lo que no podía localizar en la realidad. La Nueva Crítica se desarrolló durante los años en que la crítica literaria en Norteamérica se esforzaba por ser aceptada como disciplina académica respetable. Por el contrario, la Nueva Crítica fue bien recibida en el ámbito académico. En primer lugar, por que sumi­nistraba un método pedagógico útil para enfrentarse a la creciente pobla­ción estudiantil. Además, por que resultó muy atrac­tivo para intelectuales escépticos y liberales, desorientados por los dogmas antitéticos de la Guerra Fría. Esta Escuela, además, permitía el estudio de textos ideológicamente opuestos.

Leer poesía al estilo de la Nueva Crítica sig­nificaba no comprometerse con nada ni con nadie.

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