La palabras polis se define como
Estado autónomo con la capacidad de regirse a sí mismo; la traducción del término
es ciudad-estado, que manifiesta la reducida extensión y número de habitantes
limitados que poseían las poleis griegas. La extensión de Atenas equivalía a
unos 2,300 km2, siendo la mayor cantidad de su población rural; era
uno de los pocos Estados con una amplia urbanización. Otros Estados a penas
tenían podían catalogarse de ciudades pero nunca carecieron de centros cívicos.
Había una importancia en vivir en las ciudades que dañaba política y
psicológicamente cuando los pobladores eran privados de esta distinción,
mayormente por una guerra o conquista.
Las poleis no eran muy numerosas en
pobladores, llegando a su máxima extensión en Atenas con 250,000 ó 275,00
pobladores. La extensión de las ciudades era pequeña, con excepciones
exclusivas cuando se producía una invasión. Por otro lado, el concepto de polis
no incluía un definido tipo de estructura de gobierno; por lo tanto, podía ser
democrática, oligárquica o tiránica.
La polis debía hallar un equilibrio
entre el tamaño de su población, ya que esta no debía ser muy extensa (como se
evidencia en el discurso de Aristóteles, en el que cuestiona que exista un
hombre que pueda gobernar un Estado con un número irracionalmente grande de
pobladores), pero debía ser suficiente para que la mano de obra pudiera cubrir
todas las actividades, porque idealmente la polis debía ser autárquica. En
cuanto a la estructuración de la vida social, las polis se diferencias mucho
unas de otras, incluso dentro de ellas había diversidad de opiniones. Los
considerados ciudadanos eran reducidos, los cuales eran los únicos con la
capacidad de discutir sobre la forma de gobernar. Incluso, a mediados de siglo
V, se aceptó una ley que implicaba que solo se consideraban ciudadanos a los
hijos legítimos de matrimonios, en que ambos esposo fueran ciudadanos.
Cuando la polis clásica entró en decadencia,
se comenzó a vender el título de ciudadanía, es así como el permitir el acceso
a la ciudadanía a cualquiera era signo de que algo no andaba bien en la polis.
Todos estaban subordinados al poder del Estado, tanto ciudadanos como no
ciudadanos; los ámbitos que no fueron dominados por la polis, fue por su propia
elección. Los cargos civiles y militares más importantes eran exclusivos para
los hombres que provenían de una buena familia o que poseían grandes riquezas.
Había una extensa desigualdad entre los ricos y los pobres, que estaban en
número creciente. Por otro lado, el ciudadano tenía claro sus derechos y si no
le agradaba el modo en que se estaba llevando el gobierno, no dudaba en alzarse
en contra. En consecuencia, la stasis (palabras griega que significa sedición),
fue muy recurrente en la Grecia Clásica; a veces, se generaban revueltas o
guerras civiles. El autor hace referencia a que Aristóteles plantea en que se
incurre en la stasis por una pretensión de igualdad.
El hecho de que Atenas y Pireo se
fueran convirtiendo en más numerosos a diferencia de otros Estados, fue una
condición básica para poder alcanzar la gloria y el poderío de la polis. Los
ciudadanos con grandes riquezas ocupaban la cuidad, vivían la renta de sus
propiedades y de la venta de esclavos. Los no ciudadanos se encargaban del
comercio, la producción y el préstamo de dinero. Había hombres, de ambos
grupos, muy adinerados. Los campesinos libres se dedicaban de las labores del
campo y los artesanos de la elaboración de productos manuales. Existían muchas
familias misérrimas tanto en el campo como en la ciudad; sin embargo, todos
encontraban un ámbito para participar de la vida pública de Atenas, ya sea en
los actos de gobierno o las celebraciones.
Todos los ciudadanos y metecos
(persona libre que carece de derechos) entregaban servicio militar obligatorio.
Por lo tanto, el ejército ateniense estaba basado en el reclutamiento, no
conformado por profesionales. El mando de las naves estaba a cargo de los
ciudadanos magnates, que debían solventar gran parte de los gastos; mientras,
que la tripulación eran profesionales contratados. Los pobres siempre tuvieron
la opción de unirse a la flota como un medio de sobrevivencia. Lo reafirma
también “el Viejo Oligarca” cuando plantea que es el demos (el pueblo; en la
democracia, los ciudadanos que participan en la Asamblea), quien maneja las
naves y le suministra su fuerza a la polis.
A las reuniones de la Asamblea podía
asistir cualquier ciudadano varón a partir de los 18 años; todos podían debatir
los asuntos tratados y votar en las decisiones. De los trabajos previos a las
reuniones se encargaba la boulé,
consejo de integrado por 500 ciudadanos elegidos a suerte por un año. También,
había otros cargos de variada importancia elegidos por sorteo: diez generales,
miembros para diferentes comisiones, a quienes se les encomendaba las
negociaciones diplomáticas. No había jerarquización o dependencia entre los
cargos ni tener que rendir cuentas a ningún otro funcionario. Para la elección
de los miembros de los tribunales de justicia, se sorteaba entre 6,000
ciudadanos voluntarios. A mediados del siglo V, este sistema, consecuencia de
una perenne transformación, ya estaba completo. Por lo tanto, la explicación a la
democracia ateniense era la continua participación ciudadana, la igualdad de
oportunidades y la elección por suerte de los funcionarios.
Si bien las ocupaciones parecían
suficientemente repartidas, la distribución no era tan equivalente, porque muy
pocos de los que pertenecían a los sectores más adinerados provenían de las
clases inferiores. Para la polis de Atenas, el hecho de ser ciudadano suponía
tener capacidades y afinidad en participar en el gobierno. Si bien el pago por
el desempeño del cargo compensaba el tiempo dedicado al Estado, no era
suficiente para convertirlo en un medio de vida. Además, se necesitaba políticos
estables, que dedicaran todo su tiempo a orientar a los funcionarios
temporales, siendo usuales que ocuparan estos cargos los ciudadanos acaudalados
y los rentitas.
El empleo de la oratoria era necesario
para dirigirse en la Asamblea, las sesiones se convocaban en una loma llamada
Pnix, cercana a la Acrópolis. El presidente era elegido el mismo día por
sorteo. Como la mayoría de ciudadanos no podía encontrar la solución a los
complejos problemas de relaciones exteriores y financieros, respaldaban a
ciertos políticos que tenían conocimiento pleno de estos temas, a los cuales daban
su confianza.
Atenas tuvo pensadores de elevadas
cualidades, que obtenían recompensas más que nada honoríficas y por riesgos muy
numerosos. Hubo dirigentes que tuvieron que sobrellevar el ostracismo, otros el
exilio, la muerte legal o por asesinato. Era una vida con demasiadas tensiones,
la que tenían que vivir estos personajes que debían mantener su estabilidad y
evitar los comportamiento insensatos frente al demos. Tanto en 411 y en 404 se vivieron golpes de estado a mano de
los oligarcas, pero su mando tuvo una duración corta. Fue en 322, cuando se
concluyó la ciudad-estado de Atenas, debido a la invasión de los macedonios.
No cabe duda de que los atenienses
lograron un sistema estable a mediados del siglo V, que estaba a salvo de la stasis. Todos los ciudadanos tuvieron la
opción de participar en el gobierno, ya sea en la política o en cuestiones
militares. Los factores que lograron mantener a Atenas como un estado unificado
fueron un sistema político exitoso y la bonanza económica, que pudieron cubrir
los gastos en cargos públicos y en las flotas. Además, estos factores
influenciaron en el orgullo cívico y la identidad del ciudadano con la polis. A
pesar, de la pérdida en la Guerra del Peloponeso y la disolución del Imperio,
Atenas pudo encontrar en el siglo IV, una manera de mantener su organización
política y ciudadana. Las mentes que cosechó la polis en escritores, filósofos,
artistas y científicos, son incomparables con cualquier civilización de la
época. Es, así, como se convierte en la “escuela de toda la Hélade”.
En el periodo arcaico, Esparta
contribuyó en la navegación y la instauración de ciertas instituciones de la ciudad-estado.
Aparte de en la música y la poesía. En el año 600, esta disposición se vio
obstaculizada y comenzaron a dejar de lado las actividades culturales,
caracterizándose los espartanos por su “hablar lacónico”. El número de espartanos
era muy escaso, lo cual Aristóteles lo identificó como una falla en su sistema.
Habían conquistado Laconia y Mesenia, lo cual les permitía acceso a tierras
fértiles y al mar, además de abundancia de hierro. Los pobladores de los pueblo
sometidos no eran libres, los ilotas no tenían derechos y debían trabajar de
siervos en las tierras, mientras que los periecos mantenían su libertad y su
organización comunitaria, a cambio de que Esparta pudiera intervenir en sus
relaciones exteriores. Más no se han encontrado evidencias de que estas ciudades
se rebelaran contra el dominio espartano, posiblemente, porque esta
subordinación traía beneficios económicos, protección y paz.
Los periecos se encargaban del
comercio y la producción industrial, mientras que los ilotas eran considerados
esclavos y eran propensos a hacer revueltas al haberles mantenido en su propio
territorio después de la invasión espartana. Sin embargo, el poderío en las
armas que mantenía Esparta, evitó que las rebeliones de los ilotas fueran
constantes. Después de ganar la segunda guerra de Mesenia (rebelión ilota), se
estableció el sistema espartano de forma contundente, basado en la conversión
de los ciudadanos en profesionales en el arte de la guerra y educados desde la
infancia con el objetivo de alcanzar la destreza militar y servir con
obediencia incondicional. Sus necesidades corrían a cuenta de los periecos y
los ilotas y el Estado asumía el compromiso de su educación y de dar leyes que
evitaran desigualdades económicas. Por otro lado, Esparta era una polis
exclusivista y xenofóbica, que orientaba al sistema a evitar influencia
exterior.
Si bien a la Asamblea podían asistir
todos los ciudadanos, se diferencia con la de Atenas, debido a que el papel de
los miembros es pasivo, pueden aprobar o denegar las propuestas, pero no pueden
plantearlas. Se elegían cinco éforos cada año, a quienes se les confiaba la
supervisión de los asuntos del Estado y otras funciones judiciales.
La supremacía como potencia de Esparta
se fundamenta en su disciplina militar, que les permitiría casi llevar a la
realidad su interés primordial, mantener la paz dentro de su propia polis y en
la región, con la Liga del Peloponeso. Su fuerza fue elevada mediante esta Liga
y las tropas alistadas de periecos. Así, en el siglo VI, se convirtió en la
potencia militar de toda Grecia, solo siendo superada su flota naval años más
tarde por Atenas. Aunque en muchos momentos hubo una necesidad extrema de mayor
cantidad de soldados, su xenofobia evitó que la ciudadanía se extendiera.
La Guerra del Peloponeso genero
presión para los dirigentes y las tropas, que no estaban preparadas para
soportar una empresa tras otra. Había usuales disputas entre los reyes, los
generales o los éforos, ya que la mayoría fuera de la polis se dejaban sobornar
o eran poco accesibles. En lo que concierne a las propiedades, el sistema era
ineficiente y muchos espartanos terminaron perdiendo sus porciones de tierra
correspondiente. Algunos comenzaron a atesorar riquezas de forma ilegal a
comienzos del siglo V, según muestra Herodoto.
El decenio siguiente a la Guerra del
Peloponeso, denotó la stasis, aunque
duró corto tiempo. En 371, con la derrota frente a Tebas, se hizo evidente la
decadencia del la polis. Esparta fue reducido a un Estado menor, uno entre los
cientos que ya existían. En el siglo III, se produjo una violenta guerra civil,
con la que concluiría el periodo de gloria y magnificencia militar de la polis.
No obstante, Esparta fue el modelo para hombres de la época como en las
posteriores, que apreciaban una sociedad cerrada, libre de influencias externas
y con una rígida disciplina.
Mientras los griegos que poblaron el
continente se encontraban a salvo de agresiones extranjeros debido a su
situación geográfica; los que se situaron por el Oriente o por Occidente
tuvieron conflictos con pueblos como los escitas o los tracios. La zona del
Asia Menor tuvo que soportar la poderío de los lidios y, luego, de los persas.
Sicilia fue asaltado varias veces por Cartago.
Si bien bajo el dominio persa se pudo
mantener autonomía económica y cultural, se tenía que contribuir con un tributo
anual. En 500 o 499, estalló una revuelta debido a que Persia respaldo a un
grupo de tiranos; los jonios pidieron auxilio a las demás poleis griegas,
recibiendo ayuda de Atenas y Eretria. A Persia le tomó casi diez años
reconquistar el territorio; posteriormente, envió invasiones masivas a Grecia
en 490 y 480.
Se les llamo “medizantes” a las
comunidades que se entregaron a Persia y
que no prestaron ayuda al levantamiento jónico. La Liga del Peloponeso,
conducida por Esparta, era el ejército más poderoso de Grecia, pero debido a
problemas interiores, aplazaron la defensa; por lo tanto, fue Atenas la
encargada de luchar en los combates más definitivos, Maratón en 490 y Salamina
en 480. A partir de ese momento, se reconocer el dominio marítimo de Atenas.
Dejando todo a manos de Atenas, se constituyó la Liga de Delos, concebida por
Arístides, para evitar nuevas invasiones extranjeras. Con el tiempo, la Liga
terminó por convertirse en prácticamente un imperio, del que Atenas no permitía
salir a ningún miembro. Atenas controlaba toda la flota y los Estados miembros
debían aportar con dinero, ya no con barcos.
Atenas, junto con su gobernante
Pericles, se convirtió en la figura más importante de toda Grecia. Pericles a
favor de una política expansionista, estableció contactos y alianzas con
Tracia, Sicilia y hasta Persia. Las relaciones entre Atenas y Esparta se
volvieron cada día más complicadas; es así como en 450 estallan algunos
combates, seguida por una ficticia paz que se extenderá por veinte años. Hubo
dos conflictos detonantes en Corcira y Peloponeso, que desató la Guerra del
Peloponeso (431-404), concluyendo con la derrota de Atenas y la disolución del
Imperio. En cuanto a las causas de la guerra, Tucidides se dedicó a estudiarlas
más a fondo, concluyendo en que la guerra era parte de la vida en esa época.
Platón agrega que la guerra era una usual herramienta de política. En general,
las necesidades del Estado eran excusa suficiente para empezar una guerra,
negociaciones políticas o entregarse a alguna potencia mayor.
La Guerra del Peloponeso comenzó
debido a que los espartanos instituyeron una colonia en Heraclea de Tracia. Los
tesalios, dominadores de esta región y aliados de Atenas, invadían constantemente
la colonia, por temor a que sus nuevos vecinos resultaran muy poderosos. A
finales del siglo VI, Esparta obtuvo alianzas con casi todos los estados libres
del área del Peloponeso, así disminuyeron las guerras entre estos Estados. Es
así como, muchos periodos de paz eran fomentaos por el dominio de algunas
ciudades-estado primordiales. Además, las alianzas con sus fuerzas auxiliares
eran muy preciadas. El arma más importante eran los hoplitas, soldados de
infantería; por lo tanto, era esencial para ganar una guerra un gran número de
hombres bien entrenados y equipados.
La Liga del Peloponeso era una alianza
en la que cada Estado mantenía su autonomía y su libertad para actuar. Por otro
lado, el Imperios Ateniense estaba constituido por 150 Estados, en la cual la
condición de miembro era obligatoria y no había posibilidad de descartar, los
miembros pagaban un tributo anual en dinero que era dirigido por Atenas. Esta
última participó en los asuntos internos de los Estados miembros, alentando los
mecanismos democráticos. A pesar de todo, Atenas tenía el favor de la mayoría
de los miembros y sus pobladores.
La Guerra del Peloponeso fue de una
magnitud antes no conocida, por su extensa cantidad de participantes, las
grandes de recursos y dinero gastado, por la influencia de la moral y las
costumbres en las batallas, por la relevancia del dominio marítimo y el
dilatado terreno donde se desarrolló, desde Asia Menor hasta Sicilia. Sin
embargo, tanto Esparta como Atenas permanecieron indemnes. La táctica de Pericles se basaba en la
solidez del Imperio, que no estaba errada ante el apoyo que se le brincó a
Atenas incluso hasta el último decenio. La explicación que sostiene Tucídides
para la derrota ateniense es la incapacidad de los dirigentes después de la muerte
de Pericles, a dos años de haber iniciado la guerra.
Con el término de la guerra en 404, se
disolvió el Imperio. Esto no afectó solo a Atenas sino a todo Grecia, porque se
concluyó la única posibilidad de obtener una unidad política. Esparta se había
lanzado a la guerra con la excusa de liberar a los Estados del dominio
ateniense, para que obtuvieran su libertad y soberanía sobre su propio
territorio; sin embargo, luego, ofreció algunas de estas ciudades menores a
Persia como pago por el oro que aseguró su triunfo. Posteriormente, estableció
su propio Imperio sobre los escombros del ateniense; no duró más de un decenio.
En este deplorable estado, fueron conquistados por Macedonia a manos de Filipo
II.
Con la batalla de Queronea en 338,
Grecia pasó a estar bajo el mando de Macedonia. Se reunió un congreso en
Corinto para todos los Estados griegos, donde se organizó la Liga de los
Helenos que tenía como objetivos la invasión de Persia, y utilizar la fuerza de
los estados-miembros para asegurar la vigencia de las leyes y evitar la stasis. La figura de Filipo II y sus
propuestas se establecieron como el único camino para la salvación de Grecia,
de las batallas que se libraban entre ellos mismos para beneficiarse con el
erario público o por la obtención de más territorios. El triunfo de Filipo es una evidencia más de
los conflictos políticos internos de Grecia.
El contexto de Grecia en el siglo IV
no era nada alentador, había pocas zonas extranjeras donde poder migrar para
solucionar su crisis agraria y estados griegos más fuertes se arrojaron a
incesantes batallas entre sí. La solución solo podía ser que un Estado helénico
dominara a los demás o alguien que viera de afuera, una potencia extranjera.
El número de elevado de mercenarios de
esta época en comparación con las reducidas poblaciones comprobaba que los
griegos no se lamentaban de evadir su sentimiento de nación, cuando se
conseguir empleo se trataba. Además, había un gran número de exiliados
políticos. En conjunto con las frecuentes stasis,
indicaba la deficiencia de la comunidad y la polis. Debido a la arruinada
economía rural, los pobladores se veían forzados a migrar hacia otras tierras.
Además, las tierras comenzaban a ser pobladas por extranjeros, que podían ser
forasteros de condición libre o esclavos emancipados, que hacían perder el
escaso sentido comunitario que quedaba.
En el siglo IV, hubo instantes
heroicos a pesar de la decadencia. Después de Alejandro, la polis llegó a ser
un imitación de lo que alguna vez fue, pese a que no se podía esconder la
declinación en la que se encontraba. Atenas, fue la excepción a la regla una
vez más; durante el siglo IV, se caracterizó por cultivar unos dirigentes
expertos en las finanzas públicas, debido a que se tenían que valer solo de la
diplomacia para mantener sus suministro de grano, en la zonas que rodeaban el
mar negro. La polis ateniense llegó a su fin en 322, cuando se lanzó a la lucha
por su autonomía, que casi llega a ser un éxito; sin embargo, fracasaron y el
Estado se vino abajo por estas razones.
En el siglo IV, hubo una división en
la actividad pública, la civil y la militar, originado este cambio debido a
descomedidas finanzas que habían aumentado de volumen, afectando a la polis en
la pérdida del sentid comunitario. Los acaudalados seguían participando en
solventar los costos de las flotas pero trataban de evitarlos pagar
constantemente, no tanto por falta de patriotismo, sino debido al descontento
con el sistema de distribución. Esto tuvo como resultado el mayor
resquebrajamiento de la polis. Atenas casi llevo al sistema de la polis a la
perfección, su fin solo se debe a que Macedonia y sus dirigentes poseían
demasiado poder. La polis fue una concepción ideal magnífica, pero que
necesitaba demasiados factores combinados para poder establecerla y mantenerla,
solo fue posible aproximarse a ella o constituirla por un corto tiempo.